lunes, 22 de diciembre de 2014

Exploración Subacuática



Un infierno para muchos. Para Jill Heinerth es un paraíso.
La exploradora subacuática canadiense, Jill Heinerth, ha buceado en algunos de los lugares más extremos del mundo: desde cuevas hasta entrañas de icebergs en la Antártida. Pero lo suyo no es simplemente el subidón de adrenalina, lo que busca ante todo es información valiosa sobre nuestros sistemas de agua dulce.


Preséntanos tu mundo
Como buceadora de cavernas suelo nadar en la venas de Madre Tierra, explorando los recovecos más oscuros de nuestro planeta. A mucha gente le echa para atrás la mera idea de bucear en cavernas subacuáticas pero a mí me atraen todos esos pasillos estrechos y el tener que abrirme camino en la oscuridad, dependiendo únicamente de una tecnología muy delicada. Es mi lugar de trabajo. La oscuridad es mi oficina. Mi supervivencia depende de un equilibrio muy fino entre miedo y sed de descubrir.

¿Qué es lo que te llevó a hacerlo?
Siempre me han maravillado las cuevas. La primera vez que entré en una cueva húmeda y que pude flotar en tres dimensiones, a lo largo y ancho de todo su espacio, como si estuviera volando, fue toda una revelación para mí. También es una experiencia espiritual muy profunda. Comparo el bucear en cuevas a nadar en las venas de nuestra Madre Tierra. Nado en el flujo vital del planeta, el agua fresca que alimenta la esencia misma de la vida.

Pero es peligroso, ¿no?
El buceo en cuevas se ha descrito como el deporte más peligroso del mundo, además de ser una frontera muy fina entre exploración científica y descubrimiento. A pesar de que tenemos equipos y métodos de entrenamiento muy modernos, hay una media de 20 personas que fallecen cada año practicándolo.
Una mala decisión trabajando podría costarme la vida y mi nombre y mi legado se añadirían a una larga lista de buceadores de cuevas que han perecido en las entrañas de la tierra.

¿Y tú, has vivido momentos al límite?
Recuerdo en particular el buceo en las entrañas de un iceberg porque la corriente no paraba de aumentar. Subía de intensidad de una forma que no había experimentado nunca. Dimos media vuelta pero apenas si conseguíamos mantenernos. Llegó un momento en el que pensé que igual no íbamos a salir de allí.
Cuando al fin llegamos a un sitio donde podíamos ver una apertura al exterior no pudimos salir. El agua fresca que caía, derretida, eran tan abundante y creaba una corriente tan fuerte que nos arrastraba hacia el fondo. En aquél momento pensé : "¿Cómo vamos a hacer para subir por ese muro de hielo?"

¿Y cómo lo hicisteis?
Me dí cuenta de que la única manera de salir era metiendo los dedos en unos agujeros pequeños que crean unos peces diminutos que viven en el hielo. Fueron una buena ayuda para escalar hasta la salida.
Existía la posibilidad de que no saliéramos nunca.
Cuando volvimos al barco habíamos pasado tres horas bajo el agua, un tiempo muy largo bajo esas temperaturas. Apenas dos horas después estábamos cenando cuando oímos un gran estruendo. Salimos corriendo al puente y vimos como el iceberg se colapsaba y se disolvía en un montón de hielo y agua. Nos miramos y nos dimos cuenta de que Madre Naturaleza no estaba diciendo que era hora de volver a casa.

¿Qué es lo que te incita a volver una y otra vez?
A pesar del riesgo, nadar en el flujo vital del planeta da vida a mis sueños de niña de ser exploradora. Es un gran privilegio el poder descubrir esos lugares ocultos y los misterios más profundos de nuestro planeta.
Jill Heinerth es una embajadora Suunto. Su próximo proyecto es hacer snorkel en la totalidad de la ruta marítima del Paso del Noroeste, formando parte de un equipo 100% femenino. Descubre su mundo subacuático en www.intotheplanet.com.
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