viernes, 9 de enero de 2015

Aletas de Tiburon




Al final de este tema os dejare un video que a sido retirado de internet ya que normalmente casi todos los videos que demuestran la cruel matanza han sido eliminados.
Ellos capturan el tiburón y en vida le retiran las aletas y lo devuelven al mar para que tengan una muerte segura y llena de sufrimiento.




Hace siglos, la sopa de aleta de tiburón estaba reservada exclusivamente al emperador de China. Hoy, muchos restaurantes la ofrecen por todo el país. Dicen que previene enfermedades y que es de ayuda para superar males comunes como el de la gripe. Su precio siempre es elevado, aunque las autoridades chinas aseguran que la mayoría no está elaborada con verdadera carne de tiburón sino con sucedáneos de pescado.
Pero en un país de 1.400 millones de habitantes en el que la clase más adinerada -y supersticiosa- crece sin parar, basta con que solo un pequeño porcentaje sea real para que el daño resulte irreversible. No en vano, según la ONG Wild Aid, 73 millones de tiburones mueren cada año para satisfacer la voracidad de la población china. Y eso que los científicos advierten del alto contenido en mercurio de su carne. El 99% muere lentamente en el mar después de que se le haya cortado la aleta y haya sido devuelto al agua.
Así, 50 de las 307 especies reconocidas de este escualo están en peligro de extinción. Y no son las únicas. La medicina tradicional china utiliza ingredientes de otros animales exóticos, como el hueso de tigre o el cuerno de rinoceronte, en sus pócimas. No obstante, la presión del Gobierno ha llevado a la modificación del vademécum para que se retiren, y diferentes organizaciones ven pasos positivos. El último, apuntan, ha sido la destrucción de seis toneladas de marfil en la ciudad de Dongguan. No obstante, la demanda todavía supera la oferta. “Si queremos salvar a especies como el tiburón ballena de la extinción, tenemos que castigar a los individuos que se saltan la legalidad internacional y exigir transparencia para que los consumidores puedan elegir los productos sabiendo qué compran”, sentencia Paul Hilton, de WildLifeRisk.


Sopa de aletas de tiburón. Por comer algo raro en el restaurante chino. ¿Sabes cómo se obtienen muchas de esas aletas gelatinosas de nuestro último capricho gastronómico?

Es la práctica ilegal (pero habitual) del “aleteo”. Consiste en cortar las aletas a un pobre tiburón vivo y tirarlo luego al mar como quien arroja un cacharro inservible a la basura. Verlo hundirse y ahogarse en el fondo, incapaz de moverse, agonizando…
Es evidente. Los tiburones no son peligrosos. Los peligrosos somos nosotros. Y el mar Mediterráneo, el lugar más arriesgado donde pueden vivir. Según la organización Oceana, el 40 por ciento de las especies de tiburones y rayas del Mediterráneo están en peligro de extinción por la contaminación, la destrucción de sus hábitats y la pesca, accidental o intencionada, lo que convierte al “Mare Nostrum” en el lugar más peligroso del mundo para el pez más temido del planeta.
Las estadísticas así lo demuestran. Cada año se pescan en el mundo alrededor de 200 millones de tiburones, frente a cinco muertes humanas de media por ataques suyos a nuestra especie.
Problema de los chinos, diréis algunos. Pero no es verdad. Los españoles tenemos mucha culpa. Nuestros barcos lideran la flota europea de pesca de tiburones. Y el puerto de Vigo es la capital principal en Europa del comercio de su carne y aletas,
Las imágenes muestran un lugar que pone los pelos de punta: lo que parece una lonja de pescado cualquiera encierra en realidad el mayor matadero de tiburones del mundo. El suelo está manchado de sangre y aparece cubierto de partes de estos animales. Una decena de trabajadores las clasifican y manipulan sin ningún tipo de medida higiénica. De este anodino edificio, situado en el pueblo de Puqi, en la provincia oriental china de Zhejiang, salen cada año unas 200 toneladas de aceite de tiburón, que se utilizan en la elaboración de diferentes productos medicinales, y, en el caso del aceite de hígado, en la producción de cremas cosméticas y de suplementos alimenticios con Omega-3.
Es fácil entender por qué se pueden llegar a pagar 200.000 yuanes (24.000 euros) por un solo escualo. Se aprovecha casi todo. Las aletas terminan en sopas de adinerados ciudadanos chinos de la provincia sureña de Guangdong, conocida por sus controvertidos gustos culinarios, y con la piel se trafica para que la industria peletera pueda ofrecer productos exóticos a precios exorbitantes. Más barata resulta la carne, que se seca y se exporta. Como hace un año Taiwán prohibió su comercialización, su destino ahora es Sri Lanka y restaurantes chinos de Francia e Italia.
Pero lo peor no es nada de esto. De hecho, procesar carne de tiburón incluso es legal. El problema está en que los análisis de ADN realizados por la ONG de Hong Kong WildLifeRisk, que ha pasado cuatro años investigando el caso con cámaras ocultas, han demostrado que esta inusual pescadería comercia con especies como el tiburón ballena, el gran tiburón blanco, o el tiburón peregrino. Todas ellas están en peligro de extinción y, por ello, tanto la legislación internacional como la china los protege. El propietario del negocio, apellidado Li, reconoce en las grabaciones que su empresa los utiliza, aunque en cantidades menores a las del tiburón azul. Aun así, la ONG ecologista estima que al menos 600 especímenes de tiburones ballena acaban en la lonja de Puqi cada año.
Y la que han investigado es solo una de las muchas que operan en la costa este de China. La mayoría compra los tiburones a pescadores taiwaneses -según Li suponen el 80% de sus proveedores- que tienen a los tiburones en su punto de mira o que los encuentran por casualidad en sus redes mientras pescan otras especies y ven la oportunidad de hacer negocio. La mayoría de los escualos se captura en el Océano Pacífico, sobre todo en aguas cercanas a Filipinas, Indonesia y México, casi todos acaban en China. “La escala de estas instalaciones no es comparable a la de ninguna otra”, asegura el codirector de WildLifeRisk, Paul Hilton, en un comunicado de prensa remitido a EL PAÍS.
Sri Lanka y los restaurantes chinos de Francia e Italia son los principales destinos de la carne de tiburón
l equipo de Hilton se hizo pasar por un grupo internacional de importadores de pescado interesado en añadir productos exóticos a su catálogo, y así consiguió entrar en el matadero de Li en tres ocasiones. “En todas nos sorprendió la cantidad de animales que había. Una vez conté hasta 30 en el suelo. Y lo peor es que todo esto no tiene nada que ver con las necesidades básicas de la gente, sino con la producción de pintalabios, cremas, y sopa de aleta de tiburón”, denuncia. “Muchos de estos productos se exportan a países de la Unión Europea, Estados Unidos, y Canadá, violando la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies en Peligro (CITES), que es de obligatorio cumplimiento y que China ha firmado”.
Un funcionario del Buró de Pesca de China, cuya identidad se mantiene en el anonimato, aseguró ayer al diario de Hong Kong South China Morning Post que en China no existen barcos especialmente preparados para la pesca de tiburones y que la captura de las tres especies descubiertas por la ONG es ilegal y está penada con multas y cárcel. De hecho, añadió que es obligatorio informar a las Autoridades si se produce cualquier pesca accidental de estos animales. No obstante, reconoció que el negocio ilegal se lleva a cabo de noche. Con miles de kilómetros de costa, es difícil ponerle coto.

La Carne de tiburón contiene metales pesados por eso os recomiendo a todos vosotros que nunca se os ocurra comer sopa de aleta de tiburón.
Un nuevo estudio publicado en el periódico de acceso abierto Tropical Conservation Science en mongabay.com genera preocupación en los niveles de metales pesados, particularmente el plomo (Pb), presentes en la carne del tiburón, además del descenso en la abundancia de tiburones debido a las presiones de pesquerías a nivel mundial.

Los tiburones se atrapan, principalmente, como captura incidental para otras industrias de pesca. Según se dice, en el 70% de la captura total del pez espada, de pescas con palangre, se encuentran tiburones. Debido a la demanda de los consumidores, esta captura incidental se vende a los mercados de pesca asiáticos como carne de tronco y aleta. Una gran parte de la carne del tronco y órgano se usa para realizar alimentos con pescado y con la cual luego se alimentan a los peces criados.

Los metales pesados y otros tóxicos ambientales se acumulan en los tejidos de plantas y animales a través del proceso documentado de bio-acumulación. Los tiburones son propensos a la bio-acumulación a través de la dieta (bio-magnificación) cuando incorporan metales de manera muy eficiente y los eliminan de a poco. Mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) fija límites para los niveles de los metales pesados permitidos en la carne del pescado, en el sureste del Océano Pacifico estos límites no se regulaban; entonces tres investigadores de Chile decidieron investigar la carne del tiburón pensada para su consumo.

Para el estudio, recogieron 69 tiburones azules (Prionace glauca) y 39 marrajos de corta aleta (Isurus oxyrinchus) de pesquerías del pez espada por captura incidental en la costa de Chile. Los músculos dorsales, hígados y estómagos se analizaban por los niveles de plomo (Pb) y mercurio (Hb).

Las concentraciones de plomo en ambas especies excedieron los límites recomendados, y ello causó un riesgo para la salud del ser humano. Los metales estaban más concentrados en las carnes del órgano y en los tiburones más grandes. Los niveles de mercurio eran más bajos que el límite; sin embargo, como los autores indican, estos límites no tienen en cuenta los efectos sinérgicos y altamente tóxicos del mercurio y del plomo cuando se combinan en los tejidos.

Los tiburones son superpredadores cuyos hábitos tróficos forman las redes de la comida marina. La alteración de los ecosistemas marinos más grandes, que implica poblaciones decrecientes de tiburones junto a los riesgos considerables para la salud causados por los tiburones para su consumo, sugiere que, probablemente, deberíamos dejarlos en paz entre los mejores de la cadena alimenticia.